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Nace Miguel Delibes en Valladolid el 17 de octubre de 1920. Es el tercero de los ocho hijos del matrimonio Adolfo Delibes, profesor y director de la Escuela de Comercio de Valladolid, y de María Setién, burgalesa de origen. Estudia en el colegio de La Salle y, en 1938, con 17 años, y antes de que le movilicen como soldado en la guerra civil, decide enrolarse como voluntario en la Marina. “Casi con seguridad iban a destinarme a Infantería y me horrorizaba la idea del cuerpo a cuerpo, la guerra en el mar era más despersonalizada, el blanco era un barco, un avión, nunca un hombre. Yo lo veía como un mal menor”. Delibes, sin embargo, queda profundamente marcado por el conflicto bélico. “Si fuera posible -ha escrito- hacer un estudio médico de las personas que participamos en aquella terrible guerra, resultaría que los mutilados síquicos somos bastantes más que los mutilados físicos que airean sus muñones”.
Regresa a Valladolid recién terminada la guerra y estudia Comercio y Derecho. Sin embargo, ninguna de estas carreras le complace. Miguel Delibes ingresa como caricaturista, en 1941, en El Norte de Castilla y pasa luego a ser redactor. Ya es novio de Ángeles de Castro y ésta le anima a leer y a satisfacer el espontáneo deseo de ponerse a escribir. De esta manera, casi por puro azar y con una formación eminentemente autodidacta en lo que a lo literario se refiere, escribre su primera novela, La sombra del ciprés es alargada, que consigue el prestigioso premio Nadal de 1948. Es el espaldarazo. Dos años antes se había casado con Ángeles de Castro y había conseguido la cátedra de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio de su ciudad. A partir de ahora compaginará la enseñanza, el periodismo y la literatura.
Miguel Delibes es nombrado subdirector de El Norte de Castilla en 1952 y director en 1958. Emprende una serie de campañas en favor del medio rural castellano y ello le lleva a enfrentarse con el régimen y la censura reinantes, viéndose obligado a dimitir de su cargo en 1963. Pero no ceja en su denuncia de la postración de Castilla y, cuando no puede hacerlo desde el periódico, lo hace desde la narrativa. Nace así su novela Las ratas (1962), verdadera epopeya novelada de la tragedia del campo castellano. A
ntes había publicado varios títulos más, en especial El camino (1950), su tercera novela y arranque y confirmación de lo que habrá de ser su auténtico estilo narrativo. Junto a títulos señeros como La hoja roja (1959), Cinco horas con Mario (1966), Parábola del náufrago (1968) -su novela más experimental-, o Las guerras de nuestros antepasados (1975), Delibes publica también sus primeros libros de caza y crónicas de viajes, principalmente USA y yo (1966), consecuencia de su estancia de seis meses en Estados Unidos, como Profesor visitante de la universidad de Maryland.
En 1973, con más de veinte libros publicados y varios premios en su haber, Miguel Delibes es elegido miembro de la Real Academia de la Lengua. La muerte de su esposa deja sumido al escritor en una profunda depresión, de la que comienza a salir tres años más tarde con la publicación de su novela El disputado voto del señor Cayo (1978). Siguen nuevas novelas, nuevos libros de caza, alguna nueva crónica viajera y varios de sus relatos -doce en total- son llevados al cine o al teatro. Los santos inocentes en la pantalla y Cinco horas con Mario en los escenarios son los logros más notables en sendos géneros.
Llegan también los reconocimientos y los premios: el Príncipe de Asturias, en 1982; el premio de las Letras de Castilla y León, en 1984; el de las Letras Españolas, en 1991; y dos años más tarde, en 1993, el premio Cervantes. Cinco años más tarde, en 1998, publica la que puede considerarse su novela más ambiciosa: El hereje, un alegato en favor de la libertad de conciencia. La novela se desarrolla en el Valladolid del siglo XVI, y “a Valladolid, mi ciudad” dedica Delibes el libro. Ciudad donde nació y donde ha vivido siempre porque, como él mismo ha repetido, “soy como un árbol, que crece donde lo plantan”.
Fallece el 12 de marzo de 2010.
La primera mitad del siglo XVI es una de las épocas más fascinantes de la historia y de la cultura españolas. Por espacio de unos cuantos años, España fue un país receptivo a las tendencias de renovación espiritual que llegaban del norte de Europa, un país libre, cosmopolita, abierto al mundo. El clima espiritual de España y de Europa en aquellos años era singularmente rico y variado. La defensa de la religión interior y del retorno a la fuente crística y evangélica que proponía Erasmo se enfrentaba con la religión de las bulas, las indulgencias y los rituales de la iglesia oficial. Por doquier aparecían tendencias místicas. El iluminismo prendió con fuerza en España.
Este es el contexto histórico donde se sitúa El hereje. La novela cuenta la vida de Cipriano Salcedo, un comerciante de pieles de Valladolid que, tras un largo proceso de desencanto con la religión oficial, acabará uniéndose al círculo "protestante" del doctor Cazalla y el noble Carlos de Seso (ambos personajes históricos) y sufrirá las consecuencias, como tantos otros, de la persecución desatada contra los herejes en 1558 y que llegó a la localidad de Villamediana.
A través de las peripecias vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes traza con mano maestra un vivísimo retrato del Valladolid de la época de Carlos V, de sus gentes, sus costumbres y sus paisajes. El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero fijó sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Ese mismo día nació en la villa de Valladolid el hijo de don Bernardo Salcedo y doña Catalina Bustamante, bautizado como Cipriano. En tiempos de convulsiones políticas y religiosas, esa coincidencia de fechas marcaría fatalmente su destino. Huérfano de madre desde su nacimiento y falto del amor del padre, Cipriano contó, sin embargo, con el afecto de su nodriza Minervina, una relación que le sería arrebatada y que le perseguiría el resto de su vida. Convertido en próspero comerciante, se puso en contacto con las corrientes protestantes que, de manera clandestina, empezaban a introducirse en la Península. Pero la difusión de ese movimiento fue progresivamente censurada por el Santo Oficio.
Delibes no ha querido llevar su historia por el sendero de la discusión espiritual, sino por el de la ética. Frente a la lujuria de detalles sobre telas, modas, comunicaciones, alimentación, medicina o costumbres diversas con que nos regalan las cuantiosas y acogedoras páginas de El hereje, la riqueza y variedad de tendencias espirituales del siglo aparece apenas esbozada. El sentido de la fábula de Delibes se orienta más bien al viejo tema del altruismo contra el egoísmo, de la libertad contra la represión. El hereje es ante todo una indagación en las relaciones humanas en toda su complejidad; un canto apasionado a la tolerancia y la libertad de conciencia. Es también la historia de unos hombres y mujeres de carne y hueso en lucha consigo mismos y con el mundo que les tocó vivir; una novela inolvidable sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven.
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