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Los autores de esta obra han huido de una historia «Lenincéntrica» y no se interesan tanto por cómo los bolcheviques tomaron el poder tras el fracaso de los gobiernos provisionales y el desgaste de la izquierda menchevique y eserista. La clave está en cómo lo mantuvieron, ganando de paso una guerra civil (que sin el apoyo de las grandes potencias de la época hubiera sido más corta y muchos menos cruenta), lo cual añade un plus de interés a este libro y que lo prioriza respecto a otros que superlativizan (con mayor o menor acierto) el papel de los bolcheviques en el proceso revolucionario. Un papel que fue prácticamente nulo en marzo de 1917 y que no estuvo exento de tensiones internas en los episodios de julio y especialmente octubre; no fue una posición unánime la de “los” bolcheviques, habiendo notables divergencias entre el Lenin que llega en abril de 1917 y el Lenin de unos meses o un año después, obligado a adaptarse a aquello que no había tenido en cuenta en el exilio y a contemporizar con sus “colegas” de partido: Trotski, Kaménev, Zinoviev, Kollontai o el joven Bujarin.
Y todo ello sin olvidar la atención relevante a la contrarrevolución, entendido el concepto en su sentido más amplio: partidos y movimientos políticos, estrategias represivas y administrativas, idearios y pensadore». Quizá sea este el aspecto más atractivo de este libro y el que aporta más matices (y “desmitificaciones”) en cuanto a lo que sucedió en Rusia entre las revoluciones de 1905 y 1917.