Una historia sencilla / Leonardo Sciascia

La última novela de Leonardo Sciascia, comienza como tantas otras ocasiones en su obra, con un hallazgo y la posterior investigación que éste conlleva. Un acontecimiento que destapa podríamos decir, como una olla a presión, toda la realidad siciliana. Lo que viene después se escribe por un proceso de abstracción-absorción, más que por la lógica aceleración de la novela negra clásica. Sciascia jamás escribe novela negra. Escribe lo que Dante, Borges, Kafka o Pindarello podrían haber hecho con una novela negra.
En poco más de sesenta páginas sabemos más de la Mafia –a la que ni siquiera se nombra- que en todo Mario Puzo. Es la conciencia de Sicilia la que habla en esas páginas. Siempre es así en la obra de Sciascia. Un, en principio, simple asesinato destapa toda la corrupción existente en la sociedad. El brigadiere Lagandara, el protagonista, no dista demasiado del Inspector Rogas (Il contesto) o el pintor de Todo modo. Un italiano típico del sur, con pocas aspiraciones o ambiciones es quien descorre el telar de este Inferno actual al que nos lleva, sin aparente salida, el borgesiano Sciascia.
La crítica que subyace es más una enmienda a la totalidad. Sciascia, por mucho que no pierda jamás el hilo de la investigación, demora ésta y expone los problemas y enfrentamientos entre las diferentes fuerzas del orden. Dos investigaciones paralelas y el autor parece decirnos: ¿cómo puede ser sencillo resolver un crimen? ¿Qué tipo de ley y justicia es ésta, que no casa, que no se acompaña de la única verdad posible?
Sciascia ha desmontado, pues, el entramado. Por otra parte, en lo que respecta a los conceptos de simplicidad o complejidad, ya hemos asistido, previamente, en la obra del autor, a similar ideario.
Todo empieza con una llamada telefónica a la policía comunicándole el aparente suicidio de una persona. A partir de ese momento, de repente, la historia va creciendo, se dilata, se embrolla sin dejarnos ni un instante de reflexión. Ante la proliferación de los hechos, no sólo nosotros, los lectores, sino también el único personaje -el inspector- que en la novela busca la verdad , nos vemos llevados a activar nuestros reflejos en el mínimo tiempo posible, tiempo que puede reducirse, como en una de las más memorables escenas de la novela, a una fracción de segundo. Este es tal vez el riesgo extremo que se concede a un autor de la talla de Sciascia que siempre, hasta un mes antes de su muerte en 1989, cuando entregó este libro a su editor italiano, se obstinó en «sondear escrupulosamente en las posibilidades que quizá todavía le queden a la justicia».

Autor: 
Sciascia, Leonardo (1921-1989)
Editor: 
Tusquets,
Año: 
1990
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