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Hoy Heinrich Böll no está de moda, como le ocurre a otros grandes escritores "problemáticos". Lo estuvo, y mucho, hace décadas, cuando esos actos paralelos que son la lectura y la escritura tenían un carácter político: carácter de descubrimiento y carácter de reivindicación, de voluntad de conocer.
Heinrich Theodor Böll (Colonia, 1917-Langenbroich, 1985) fue una figura emblemática de la literatura alemana de posguerra, también llamada "literatura de escombros". En 1972 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca destacó que «por su combinación de una amplia perspectiva sobre su tiempo y una habilidad sensible en la caracterización ha contribuido a la renovación de la literatura alemana».
Nació en Colonia en una familia trabajadora. Su infancia y juventud están marcadas, sucesivamente, por la ocupación británica, la desmilitarización de la ciudad y la llegada de los nazis al poder en 1933. Böll se enorgullecía de ser uno de los pocos que no se unió a las Juventudes Hitlerianas. En 1937, al acabar la secundaria, empieza a trabajar en una librería. Abandonará un año más tarde para dedicarse a escribir y marchar a un campo de trabajo del régimen, que era lo único que le podría permitir en el futuro entrar en la Universidad. Cuando estaba a punto de matricularse para cursar estudios de Filología Alemana, en el verano de 1939, fue reclutado para la Wehrmacht.
Durante la Segunda Guerra Mundial luchó en Francia, Rumanía, Hungría y la Unión Soviética, casándose durante un permiso en 1942. Fue capturado como prisionero por el Ejército estadounidense en la primavera de 1945 y estuvo en campos de detenidos en Francia y Bélgica. Las cartas que escribe a sus padres desde el frente son fundamentales para el conocimiento del uso de metanfetamina, no solo por parte del ejercito alemán para estimular el rendimiento de los soldados, sino por toda la sociedad alemana de la época.
Tras ser liberado, localiza a su esposa cerca de Colonia y compagina el trabajo de carpintero con los estudios universitarios que le es posible realizar, en especial con el fin de obtener una tarjeta de racionamiento y también para tener algunos semestres de estudios en su curriculum. Böll escribió sus dos primeras novelas, Kreuz ohne Liebe y Der Engel Schwieg, así como muchos relatos con las experiencias de la guerra y los problemas de la época, que envía a periódicos y revistas desde 1947. En 1949 apareció la primera novela publicada: El tren llegó puntual. En 1950, mientras trabajaba para el servicio estadístico de Colonia aparece su primera colección de cuentos.
1951 es el año de su entrada real en la escena literaria. Invitado por el Grupo 47 en Bad Durkheim, es el ganador del año para su novela Las ovejas negras y hace amistad con Hans Richter y Alfred Andersch. Después firmó un contrato de derechos de autor con la editorial Kiepenheuer & Witsch en Colonia.
La escritura de Böll está marcada por su experiencia como soldado y, después, por la reconstrucción de Alemania enmarcada en el enfrentamiento Este-Oeste y el predominio conservador. Católico profundo y militante, criticó con dureza a las instituciones, muy especialmente a las eclesiásticas, en una firme defensa de las minorías y de los valores humanos.
A una primera etapa creativa, en la que hizo una "literatura de guerra, ruinas y retorno a la patria", según declaraciones propias, se adscriben una serie de relatos y novelas breves que evocan la atroz experiencia del conflicto bélico y las penurias de la posguerra inmediata. El tren llegó puntual se enfrenta ya con el absurdo de la guerra. En la novela Y no dijo una sola palabra (1953), un hombre, perdidas las referencias por la guerra y la posguerra, es arrancado de su letargo y devuelto a casa por la separación provocada por su mujer. Plantea así la visión católica de la indisolubilidad del matrimonio y de la autodestrucción por la falta de ataduras.
A partir de los años sesenta parece iniciar una nueva etapa caracterizada por un mayor compromiso con lo que él llamó "estética de lo humano", a favor de la libertad individual y contra cualquier forma de poder o imposición manipulados por una sociedad competitiva y alienante. Domina el tono humorístico-grotesco y la galería de personajes marginales (Los silencios del Dr. Murke y otras sátiras, Opiniones de un payaso).
Por contra, El honor perdido de Katharina Blum (1974) es un lúcido alegato contra el clima de violencia antidemocrática imperante a la sazón en Alemania y contra los abusos de la prensa sensacionalista, formulado por un Böll que se atrevió a publicar Ulrike Meinhof: Un artículo y sus consecuencias (1975), en defensa de la joven integrante de la banda terrorista Baader-Meinhof, y no vaciló en brindar hospitalidad a Alexander Solzhenitzin tras su expulsión de la URSS.
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