La Gran Guerra: Una perspectiva literaria

La Gran Guerra, como la llamaron sus contemporaneos, transformó el mundo de manera radical. Al terminar habían muerto o resultado heridos millones de hombres. Cuatro imperios dejaron de existir. Aparecieron nuevas naciones en Europa, Rusia se convirtió en la primera nación comunista, la revolución se extendió por otros países europeos. Y Estados Unidos comenzó a sustituir a Gran Bretaña como primera potencia mundial.
La guerra acabó con el optimismo humanista del siglo XIX y con el ilusorio sentido de seguridad y progreso indefinido en el que habían vivido varias generaciones de la burquesía europea. Los viejos valores del honor y el respeto a las tradiciones empezaron a desaparecer y a ser puestos en cuarentena.
El entusiasmo inicial por el inicio de la guerra en agosto de 1914, que se daba por acabada para Navidad, se convirtió en pocos meses en un gran fracaso, un asesinato masivo que dinamitaba los fundamentos de la civilización occidental. Nadie se había parado a pensar en la enorme capacidad de destrucción del nuevo armamento y nadie había puesto en cuestión la incapacidad de los altos mandos militares, dispuestos a sacrificar millares de hombres siguiendo planteamientos militares arcaicos, que obviaban la mencionada capacidad armamentística.
Pocos artistas y escritores se mantuvieron al margen de la corriente belicista: Herman Hesse, Einstein, Anatole France... En 1927 Julien Brenda escribió una dura denuncia contra las élites de la cultura que habían apoyado la guerra en 1914, La traición de los intelectuales. En ella acusó de haber sustituido los valores ilustrados y universales de libertad y fraternidad por el nacionalismo y otras ideologías excluyentes.

En los años siguientes al fin de la guerra se publicaron cientos de novelas, memorias, poesía y teatro escritas en su mayor parte por hombres jóvenes que habían sufrido la traumática experiencia de la lucha en el frente. Era muy común que no fueran autores conocidos al narrar su aventura bélica.
Es muy común, en las diferentes literaturas nacionales, hacer hincapié en la exaltación de los primeros días y en el horror de la guerra, así como en el desprecio a las élites que permanecen en retaguardia. Se denuncia la crisis de valores, consecuencia de la matanza, de la que responsabilizan a las generaciones adultas y a los dirigentes civiles y militares. No hay animadversión, sino todo lo contrario, hacia el enemigo de la trinchera de enfrente.
Otro sentimiento común es el lamento por el perdido, aunque idealizado, mundo de preguerra. Tendríamos la impresión de que todo era paz, armonía y progreso antes de 1914. La Historia nos demuestra que el germen de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial estaba firmemente implantado en los problemas acuciantes de buena parte de la población durante el siglo XIX.

Además de los libros aquí citados, puede encontrar una selección de las mejores obras en el siguiente listado.

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