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El 19 de noviembre de 1819 se inauguró discretamente el Museo Real de Pinturas, denominación inicial del mundialmente conocido Museo del Prado. Se culminó así un proyecto esbozado ya en tiempos de Carlos IV: la fundación de un museo a la imagen del Louvre de París, que exhibiera las piezas más escogidas de la Colección Real. Gracias al interés manifestado por Fernando VII y, sobre todo, por su segunda esposa, Isabel de Braganza, se inició, a partir de 1818, la recuperación del edificio, que durante la guerra de independencia había sido convertido en cuartel y su tejado expoliado para hacer munición. Inicialmente el museo fue una dependencia más del Patrimonio de la Corona. Tras el destronamiento en 1868 de Isabel II, el museo pasó a formar parte de los «bienes de la Nación» por ley de 1869, que abolió el patrimonio de la Corona. Esta ley, no obstante, estableció un conjunto de bienes destinados al uso y servicio del monarca, pero entre ellos no incluyó al museo.
En 1872 se suprimió el Museo de la Trinidad, creado a partir de obras de arte requisadas por la Desamortización de Mendizábal, y sus fondos fueron traspasados al Prado. Tras esta fusión, el Prado fue renombrado Museo Nacional de Pintura y Escultura, designación que hasta entonces había tenido el Museo de la Trinidad. Esta denominación se mantuvo hasta 1920, año en que por Real Decreto de 14 de mayo recibió oficialmente la actual de Museo Nacional del Prado, que era como se lo conocía popularmente.
El Museo del Prado ha sido tácitamente reconocido desde hace décadas como el principal depositario de la memoria colectiva nacional, lo que le convierte en algo más que una bella galería de pinturas y esculturas. Es indudable la importancia y el peso histórico de sus colecciones que han generado una amplísima historiografía de carácter artístico. El Museo del Prado siempre está en el punto de mira de la sociedad. Así ha sido desde mediados del siglo XIX, cuando fue descubierto por los viajeros del siglo XIX y así se nos muestra a lo largo del siglo XX y los inicios del nuevo siglo. Y es una realidad que la atracción de esta institución trasciende lo puramente artístico y encuentra proyección en la literatura y sus distintos géneros. Algo que, por otra parte, puede llegar a convertirse en fuente de inspiración y recurso para incrementar la difusión de los fondos del Museo a la sociedad.
El Museo del Prado, más que otras instituciones del mismo carácter, se ha convertido en objeto de atracción de la sociedad mediática y del público potencial. De ahí a convertirse en sujeto de novela, contenedor de obras del patrimonio colectivo, entorno de una realidad histórica y en una realidad presente en nuestra vida susceptible de transformarse en ficción. La labor realizada por los autores de estas obras, consciente o no, ejerce una labor importante en cuanto a la difusión y el conocimiento de nuestro patrimonio cultural, en concreto del que alberga el Museo Nacional del Prado que se hace más accesible a los ciudadanos de una forma amena y distinta.
Por ello, para celebrar el Bicentenario de tan importante institución cultural hemos preparado un centro de interés que reune, por un lado las obras que tienen al Museo del Prado como personaje o ambiente. Por otro, hemos ampliado con una selección de obras de narrativa en las que el arte es protagonista.
Además de las obras aquí comentadas pueden encontrar aquí un completo listado de las obras seleccionadas.
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