La Biblioteca de La Rioja tiene su origen, como el resto de Bibliotecas Públicas del Estado, en los fondos de los conventos suprimidos por la desamortización eclesiástica del siglo XIX. Los libros incautados a los carmelitas, franciscanos, dominicos y trinitarios de la ciudad de Logroño, más los provenientes de los conventos de Santa María la Real de Nájera, Albelda de Iregua, Nalda y San Millán de la Cogolla se instalan en el Convento de la Encarnación de Logroño, transformado desde 1840 en Instituto Provincial.
La organización de la biblioteca se inicia en 1852 de mano de catedráticos del Instituto, como Antonio Osés, primer bibliotecario, o Lázaro Manso. Cabe destacar la figura de Mariano Loscertales quien, de 1874 a 1897, desarrolla una gran labor de mejora del espacio, equipamiento y organización de la Biblioteca.
Por Real Decreto de 10 de enero de 1896 se establece que la Biblioteca Provincial y del Instituto de Logroño, tal era su denominación, sea atendida por el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Su primer facultativo será Sotero Irisarri Martínez bajo cuya dirección se abrió, de nuevo, al público en 1903 tras la construcción del nuevo edificio del Instituto. Desde 1942 hasta 1988, la Biblioteca permanecerá instalada en la planta baja del Instituto Práxedes Mateo Sagasta.
El Real Decreto 23023/1983, de 13 de octubre, transfiere la gestión de la Biblioteca Pública a la Comunidad Autónoma de La Rioja, estableciéndose el convenio de gestión por Resolución de 14 de diciembre de 1984.
La Ley 4/1990, de 29 de junio, de Bibliotecas de La Rioja, donde se establecen las líneas generales que regulan el sistema bibliotecario riojano, reconoce a la Biblioteca como el órgano bibliotecario central de La Rioja, que pasa a denominarse, merced al Reglamente del Sistema de Bibliotecas de La Rioja (Decreto 24/2002, de 19 de abril) Biblioteca de La Rioja, asumiendo, además, las funciones de servicio administrativo de La Rioja en materia bibliotecaria.
Historia del edificio
Fotografía de José Antonio Fontal
La Biblioteca de La Rioja tiene su sede en el antiguo Convento de la Merced, también conocido como edificio de "la Tabacalera". Se encuentra situado en la zona oeste del casco antiguo de Logroño, entre las calles de la Rúa Mayor y Portales, muy cerca de la puerta del Revellín.
Orígenes como convento
En la primera mitad del siglo XVI, los mercedarios de Logroño acometen la construcción de un convento de nueva planta, probablemente en los mismos terrenos de la originaria sede conventual del siglo XIII. El conjunto fue construido con piedra de sillería y consta de cuatro zonas claramente diferenciadas: el primitivo convento con la iglesia; el claustro, al lado sur de la misma; un bloque de dependencias al oeste del claustro; hacia el este, lindando con la cabecera de la iglesia y el claustro, otro gran cuerpo de construcciones, centradas alrededor de un patio, con un sistema de grandes estancias alargadas.
La nave de la iglesia muestra influencias de estilo románico normando, mientras que en el patio del claustro domina el estilo renacentista. En el claustro de la iglesia se encuentran tres escudos de la Orden de la Merced, fechado el más antiguo de ellos en 1573 que marca, probablemente, el inicio de las obras de reconstrucción de esta parte del edificio. Los otros dos escudos datan de 1574 y 1590.
En 1686 se autorizó la construcción de la portada de la fachada norte del edificio conventual. La portada barroca quedó concluida en 1687 y probablemente sustituyó a otra anterior que culminaba en un escudo de la orden mercedaria. A lo largo de los siglos XVII y XVIII, se abrieron otras puertas en el claustro y la iglesia para comunicarlo con el resto de las dependencias monásticas.
Funciones militares
En 1808 los franceses ocuparon el Convento de la Merced. En 1813 sirvió de hospital militar y de alojamiento de tropas. Dos años más tarde, los padres mercedarios regresan de nuevo al convento y lo hallan desprovisto de todo ornamento, como producto de la guerra y la rapiña.
El Gobierno Constitucional de 1820 dictó Real Orden para acuartelar en Logroño al primer batallón del Regimiento de Jaén. Concluido el Trienio Liberal, en 1823, los mercedarios vuelven a ocupar el convento. En 1834, en plena Guerra Carlista, el edificio fue destinado de nuevo a funciones de hospital militar y se rompe definitivamente su vinculación eclesiástica en 1836 como consecuencia de la desamortización de Mendizábal. Posteriormente, durante cinco años, sirvió de almacén, parque de artillería y oficinas militares. A finales de 1844 los dos hijos del general Zurbano y otros sentenciados a la última pena por alzamiento militar, fueron encarcelados en él.
El Convento de La Merced, de 1847 a 1869, vuelve a ser ocupado por personal religiosos, esta vez por carmelitas descalzas. De 1872 a 1876 el ejército vuelve a ocupar la primitiva sede conventual como consecuencia de la última Guerra Carlista.
La Fábrica de Tabacos de Logroño
A finales del siglo XIX, el antiguo Convento de la Merced se transforma en un edificio fabril tabaquero, testigo de una incipiente sociedad industrial logroñesa, que permanecerá en funcionamiento hasta finales de la década de los 70 del siguiente siglo. En la implantación en Logroño de una de las más modernas fábricas de tabaco influyó la presencia en la dirección de la Compañía Arrendataria de Tabacos del riojano Amós Salvador y Rodrigáñez, así como del político, también riojano, Práxedes Mateo Sagasta, presidente del Consejo de Ministros, entre otros. Para la instalación de la Fábrica de Tabacos de Logroño se tuvieron que hacer importantes reformas de acondicionamiento y adaptación al nuevo uso. Las obras de reconversión se encomendaron al arquitecto Luis Barrón.
En 1984 comienza la restauración del edificio que convertirá el antiguo convento, formado por la iglesia, el claustro y las dependencias que se encuentran al oeste del mismo, en la sede del Parlamento de La Rioja, mientras que el volumen de edificios levantados hacia el este de la iglesia y el claustro es, en la actualidad, la zona ocupada por la Biblioteca de La Rioja. En su interior no se conserva ningún elemento de la antigua construcción, aunque se respetó la estructura originaria de alas que giran alrededor de un patio central.
La Biblioteca de La Rioja en el siglo XIX
La Biblioteca de La Rioja tiene su origen, como el resto de Bibliotecas Públicas del Estado, en los fondos de los conventos suprimidos por la desamortización eclesiástica del siglo XIX. Los libros incautados a los carmelitas, franciscanos, dominicos y trinitarios de la ciudad de Logroño, más los provenientes de los conventos de Santa María la Real de Nájera, Albelda, Nalda y San Millán de la Cogolla se instalan en el Convento de la Encarnación de Logroño, transformado desde 1840 en Instituto Provincial.
Repasamos cinco momentos fundamentales de la Biblioteca de La Rioja hasta el inicio del siglo XX.
1850-1853
Por Real Orden de 6 de Agosto de 1850, se aprueban las obras para la construcción de una biblioteca en el Instituto de Segunda Enseñanza de Logroño por un importe de 3.847 reales. Será la futura Biblioteca del Instituto y Provincial de Logroño.
Antonio Osés Irisarri, catedrático de Psicología y Lógica del Instituto, recibe el encargo de elaborar el primer índice general de los volúmenes de la colección, primera tentativa de organizar el fondo de la Biblioteca. Irisarri realiza a redacción del índice en 1863, en el cual constan 2.254 volúmenes, de los que 2.202 se correspondían a los fondos de los conventos suprimidos. Irisarri se convierte así en el primer bibliotecario de la Biblioteca, cargo que detentará hasta 1865.
1866
En el año en el que Fiódor Dostoievski escribe Crimen y castigo y Julio Verne De la tierra a la luna, la colección de la Biblioteca se incrementa con 966 volúmenes provenientes del exconvento de los Franciscanos de Nalda. La Biblioteca cuenta ya con 3.250 volúmenes. A su cargo está Manuel Garrido Osorio, catedrático de Latín y Griego.
1878
El 20 de mayo de 1878 es un día importante para la Biblioteca, ya que se abre al público, con un horario de 10 a 13 horas. El bibliotecario Mariano Loscertales y Ruata, que desarrollará una gran labor de mejora del espacio, equipamiento y organización de la biblioteca entre 1874 a 1891, elabora dos índices de las obras, según el metódo “Brunet”: uno ordenado por materias y otro de autores.
1882
A Mariano Loscertales y Ruata le debemos también la primera memoria de la biblioteca con los datos estadísticos desde su instalación hasta 1882. En este momento la biblioteca tiene un total de 4.881 volúmenes, de los cuales 3.085 provienen de los conventos suprimidos; el número de lectores es 14.450. Loscertales y Ruata describe la biblioteca con las siguientes palabras:
"en un salón rectangular, del primer piso del ex-convento de los Carmelitas, que ocupaba la parte nordeste del edificio y en un saliente bastante pronunciado. Medía unos 16 metros de longitud, 5'50 de anchura y tenía una altura cercana a los 4 metros. Disfrutaba de buenas condiciones de calefacción y de buena luz, que recibía por dos balcones al este y otros dos al oeste".
1895-1899
El último tramo del siglo XIX es una época de grandes cambios para la Biblioteca. En 1895 se aprueba el proyecto de construcción del nuevo Instituto. Durante las obras, los fondos de la Biblioteca Provincial pasan provisionalmente a unos locales en el Asilo Provincial.
Un año más tarde, el decreto de 10 de enero de 1896, da carta de naturaleza a la Biblioteca Provincial de Logroño, por él se establece que la Biblioteca Provincial y del Instituto de Logroño, sea atendida por un miembro del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Se nombra a Antonio Torres Tirado bibliotecario de la Particular del Instituto y de la Provincial de Logroño. No durará mucho en el cargo, ya que al año siguiente será sustituido por Antonio Jimeno Caridad como bibliotecario gratuito de la Provincial.
Finalmente, en 1899, se produce la entrega de la Biblioteca Provincial al jefe del Archivo de Hacienda, Sotero Irisarri Martínez, miembro del Cuerpo Facultativo de Archivos y Bibliotecas.