Alfredo Landa Areta nació en Pamplona en la curiosa fecha del 3 de marzo de 1933. Contaba doce años cuando su familia se trasladó a San Sebastián. Allí, cursó estudios en el instituto Peñaflorida, frecuentando la Juventud del Carmelo. Durante la carrera, estudió Derecho al tiempo que fundó el Teatro Español Universitario (TEU) con Iñaki, Alberto y Paco Aróstegui. En los seis años que militó en esta formación artística interpretó unas cuarenta comedias de Alfonso Paso a López Rubio pasando por todo el repertorio de Jardiel Poncela. Con esta compañía también hizo teatro clásico, ganando en su marcha a Madrid el Premio Nacional de Interpretación. Tras la muerte de su padre, se traslada a Madrid en 1958 para probar fortuna como actor.
Comenzó en los estudios Oro Films, en una convocatoria de exámenes para futuros dobladores. Su primer trabajo consistió en doblar la voz de Richard Widmark. La prueba fue un éxito y Alfredo Landa, alegando que su meta era la interpretación en el cine, pidió que en su contrato figurara una cláusula que pudiera anular el compromiso en cualquier momento.
Landa estuvo cuatro años doblando películas, los dos últimos alternando ya con pequeños trabajos en cine y teatro. Una de sus primeras labores en la escena le llegó de la mano de Juan José Alonso Millán, director del TEU de Madrid, quien le incluyó en el reparto de La felicidad no lleva impuesto de lujo, al lado de Rafael Alonso, en 1961.
Debuta en el cine en la genial "Atraco a las tres", de José María Forqué, junto a José Luis López Vázquez, Gracita Morales y Agustín González. Pronto se forjó un perfil de actor de comedia gracias a un físico y un estilo muy determinados, cercanos a los del español medio, a partir de los cuales surgió un subgénero cinematográfico propio.
Se encasilló en papeles cómicos hasta el punto de crear un nuevo género cinematográfico, el landismo: un género cuya calidad siempre ha estado en entredicho, pero que era una definición sociológica de la actitud del español medio de las décadas de 1960 y 1970, más preocupado por su ascenso en la jerarquía del consumo o por la represión sexual que en la situación sociopolítica del país durante el franquismo. Esta actitud se refleja en sus películas Pero, ¿en qué país vivimos?, No somos de piedra, ¿Por qué te engaña tu marido?, No desearás al vecino del quinto, El reprimido, etc.
Sin embargo, Alfredo Landa poseía una vena artístico-dramática que le fue reconocida internacionalmente en destacados trabajos, como en El puente y El crack, si bien fue su interpretación de Paco el Bajo en Los santos inocentes, el papel que le proporcionó en 1984 el Premio de Interpretación del Festival de Cannes, compartido con Francisco Rabal, y también el Premio de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (Premio ACE). Otro Premio ACE como mejor actor de la película El rey del río le fue concedido en 1995.
También en España, el reconocimiento a su labor interpretativa le llegó con el Premio Goya a la Mejor Interpretación Masculina Protagonista ya desde la primera edición de los mismos en 1987 con la película El bosque animado, repitiendo en 1992 con otra película de José Luis Cuerda que llevaba por título La marrana, dentro de las siete ocasiones que ha sido candidato a estos premios. En marzo de 2007, en el Festival de Cine Español de Málaga, anunció su retirada profesional a los setenta y cuatro años de edad. Ese año, la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España le concedió el Goya de Honor por su trabajo en más de 120 películas durante casi medio siglo de una carrera. La Unión de Actores y el Círculo de Escritores Cinematográficos le concedieron sendos premios de mejor actor como protagonista de la película Luz de domingo, de José Luis Garci, la última de su carrera.
Falleció en Madrid, el 9 de mayo de 2013.